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Poema Te Quiero de Manuel Altolaguirre



Un lago en una isla
eso es tu amor por mí,
y mi amor te rodea
como un inmenso mar
de silencios azules;
pero tienen también
tus grandezas ocultas.
Soy un niño de sal
sobre tu falda;
me sostienen tus prados
submarinos,
eres frondosa cumbre,
eminencia visible
de tu tierra profunda.
Me enriquecen los ríos,
y tu amor, ese lago
corazón de la isla,
es la fuente de todas
las líquidas comarcas.
Te haces querer. Te quiero.
Mira mis blancas olas.



Poema Tanto Mundo Que He Visto de Manuel Altolaguirre



Tanto mundo que he visto, todo el cielo,
ahora cuando estoy solo no me basta
para mi vida ni para mi sueño.
Y sin embargo, cuando estoy contigo,
a flor de esa imprecisa superficie
que es el tiempo pasado sin gozarte,
un anhelo cortándome las alas
reduce los lejanos horizontes
a un pequeño cristal pronto a perderse
como la sal en el profundo olvido.
Junto a ti, frente al mar, nada recuerdo
y dan la luz y el aire molde cóncavo
a mi presente, a la inmutable y firme
roca de amor. Que nadie nunca diga:
«Ayer la vi» o «la veré mañana».



Poema Tus Palabras de Manuel Altolaguirre



Apoyada en mi hombro
eres mi ala derecha.
Como si desplegaras
tus suaves plumas negras,
tus palabras a un cielo
blanquísimo me elevan.

Exaltación. Silencio.
Sentado estoy a mi mesa,
sangrándome la espalda,
doliéndome tu ausencia.



Poema Temor Imaginado de Manlio Argueta



Me da miedo quererte, por eso me conformo
con dibujar tu nombre con mi miel y mis ojos,
navegar en las ondas de tu cuerpo de mar.

Me da miedo llamarte. Cada palabra tuya
a la distancia son tus labios que vuelan
y tu celo que tiembla al ritmo de mi cuerpo.

Me da miedo la música de tus voz en el aire
y perderme en el tiempo sin tiempo del temor.

Me da miedo el encuentro de tu sangre y mi sangre,
no poder traducir el lenguaje distinto
de tus actos que vuelan en la flor y las aves.

Sólo tu ofrenda libre me repone del miedo
para vencer lo real de tu asombro desnudo
que al tacto de mis manos es piel imaginada.



Poema Tengo Miedo… de Magali Alabau



Tengo miedo
de las acciones y los puntos
y de las pausas
y de mis preguntas
y de contestarme
y un paso que se corta
sudo
cuando no puedo
y no puedo ya nunca
y hasta cuándo
y hasta cuándo
y la diligencia que no acaba
y que se esfuma
y que vuelve y que se esconde y que miente
y que me confunde
y que no puedo decir ay
y que no puedo decir ay
y que no puedo decir ay
y que no puedo hablar
ni llorar
ni gritar
ni decir
una oración, si pudiera
una palabra
una sílaba
Si pudiera aunque fuera
ronca, partida
en sonidos decir no no no no



Poema Trascendencia de Luz Méndez De La Vega



Entre mi piel y la tuya,
el muro negro imposible
y el abismo, intransitable
que no borra,
más que un instante,
el deslumbramiento cegador
del éxtasis,
relámpago aniquilador efímero
de realidades.

Límite insalvable,
la soledad del cuerpo
que circunda
el hambriente vacío,
en torno a donde crece
concreta muralla
de carne, huesos y nervios;
sobre la que se alza,
única vencedora,
la palabra.

La palabra que perfora muros,
cruza abismos,
anula distancias
y nos penetra
intensa
para quedarse.



Poema Transmutación de Luis Raúl Calvo



No aquietaremos la pasión en las aguas frutales

ni en los versos triangulares de César Vallejo.

Nos han arrastrado a un extremo vulnerable, a la

/ sospecha.

El cebo destroza las vísceras del poema

pero el centro teje y teje la cordura

aunque las locas del diluvio se aseen en verano.



Poema Treno De Mar de Luis Llorens Torres



Una novia en la playa…
Una vela en el mar…

Los péndulos de hojas,
que cuelgan del cocal,
tararean, ean, ean,
la Oración del Jamás.

Las gaviotas se cimbran
en el vuelo fugaz
con que las lleva al nido
la luz crepuscular.

Rojas brasas las rocas
queman la flor de sal,
que polvoreó sobre ellas
la salobre humedad.

Errante nube tiende
su pañolón de holán,
con que Dios en el cielo
limpia el azul cristal.

No hay espuma en la lenta
onda que viene y va.
Ni la brisa sahúma
la desmayada paz.

Lloran, bajo la tarde,
su triste soledad,
una novia en la playa
y una vela en el mar.



Poema Tras La Bermeja Aurora El Sol Dorado de Luis De Gongora



Tras la bermeja Aurora el Sol dorado
Por las puertas salía del Oriente,
Ella de flores la rosada frente,
Él de encendidos rayos coronado.

Sembraban su contento o su cuidado,
Cuál con voz dulce, cuál con voz doliente,
Las tiernas aves con la luz presente
En el fresco aire y en el verde prado,

Cuando salió bastante a dar Leonora
Cuerpo a los vientos y a las piedras alma,
Cantando de su rico albergue, y luego

Ni oí las aves más, ni vi la Aurora;
Porque al salir, o todo quedó en calma,
O yo (que es lo más cierto), sordo y ciego.



Poema Tardándose El Conde De Villaflor En Volver A Don Luis Unos Dineros Que Le Había Prestado En El Juego de Luis De Gongora



El Conde mi señor se fue a Cherela,
Lio el volumen y picó el bagaje,
Segovianos de a ocho, buen viaje,
Que no os pienso ver más en mi escarcela.

En lebrel convertidos, o en lebrela,
Os llevará de la traílla un paje,
Que en este ya canicular linaje
Gasta lo que a presbíteros repela.

Perros vivos al hombre, perros muertos
Concede a la mujer Su Señoría;
Bobo he sido en prestarle mi dinero.

Bien que si los refranes salen ciertos,
Cuanto más bobo he sido, más espero
Se me aparecerá Sancta María.



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