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Poema Las Ínsulas Distantes de Víctor Sandoval



Sólo y distante de las ínsulas,
bajo este sol
que el mediodía calcina
y los demonios de la luz deslumbran.

Yo he visto renacer
ramas y flores
en huertos
que después fueron dormidos.

Si vuelvo a los inicios
¿quién escuchará mis pasos
en las piedras?

Aquí se acerca
a quien espero.

Están derribando una casa.
Sus contrafuertes
caerán y su lugar
será un baldío
entre otros que forman llagas
y pululan la ciudad.

No podemos vivir sin el recuerdo,
la memoria guarda nuestros sueños.

De entre todas las ínsulas
que se quedaron lejos,
de esas tierras de horizontes dorados,
la estrella
de la tardenoche
de pálpitos
que no recobraremos.
¿quién habla, habita,
estas ínsulas de párpados cerrados,
a veces entreabiertos,
de juventudes rápidas
y tantas vejeces en los parques?
¿Quién toca en esta puerta centenaria
donde sólo el cascajo y la carcoma le responden?

Recordar esas ínsulas
es reverdecer
lomeríos, pueblos de calles empedradas,
De cuerpos desgastados.
La noche desde afuera
diciendo que salgas
a su purísimo silencio.

En esta tierra murieron mis mayores,
mi padre está enterrado entre jarales
y la bala se fue dando retumbos.
En el pueblo
una de las calles
lleva el nombre de mi abuelo.
No quiero resucitar laureles ni rencores,
la ínsula distante debe seguir durmiendo en sus rencores

Rencores y rencores,
dormir en sus rencores.



Poema Vendrá Su Telaraña De Palabras… de Víctor Sandoval



Vendrá su telaraña de palabras
a ensombrecer el pensamiento,
el lúdico festín de la memoria.
Vendrá entre lejanías
que agrietan las paredes.
Vendrá, zorra lunática,
pasajera de troncos carcomidos,
espesura de ciénegas.
Sucederán entonces
largas vigilias y entrecortado sueño.
?La pesadilla que me conduce al sacrificio,
la mano que te auxilia y se diluye en ráfagas?.
Vendrá de viento bajo y de arrastradas hojas;
sucederán entonces
la mordaza, los baños de agua fría,
la casa de salud,
una celeste cáscara de olvido,
patio de piracantos y bardas erizadas,
Cárpatos de vidrio,
bugambilias blindadas entre cuerdas voltaicas,
un manto azul trepando por los muros.



Poema Paso De Sombras de Víctor Sandoval



Montes de orégano en la noche crecen
y se diluyen en la madrugada.

Un árbol es la torre de la iglesia.
Voltear la carga y aromar el aire.
En silencio los pájaros escuchan.

Andar como sonámbulos entre cerros;
despuntar de mañana:

Es la estrella en el polvo
erizada de espinas.
Es la flor y es el canto
que amanecen.

A ratos entre escombros y zozobras,
dormita el fugitivo de sí mismo.



Poema Para Empezar El Día de Víctor Sandoval



Vamos a trabajar
el pan de este poema.
Hay que traer un poco de alegría;
que cada quien tome su cesta.
La noche gira sobre la esperanza
y desgasta sus párpados la estrella.
Surgen las graves letanías del trigo
por los labios abiertos de la tierra.
La espiga se desnuda sobre el aire
y el agua suelta sus cadenas.
Con un poco de esfuerzo y de ternura
vamos a trabajar
el pan de este poema.



Poema Nadie Ha Tirado Estas Hojas… de Víctor Sandoval



Nadie ha tirado estas hojas,
las trae un viento maduro y macizo
de fustas y golpes categóricos.
Las hojas contradicen a la estación y al día.
Si abro la mano duerme en el fondo una moneda.
Los hombres, de corazón bicorne y suspirante,
son dueños de las contradicciones,
de las hojas y las últimas monedas.



Poema Muérdagos Furiosos Retintaron Los Árboles… de Víctor Sandoval



Muérdagos furiosos retintaron los árboles.
Hubo una llamarada en cada objeto.
La misma inquieta llama compartida
por los amantes frente a sí
ante la suave y lenta tela que desciende
hasta que al fin, noche de luna,
desnuda como un dedo ensortijado,
renaces desde siempre:
En tiestos líquidos derramas
tu paso de turquesa por galerías de malva.
¡Oh, noche! cómo vienes, cómo llegas…
Enhebrados los párpados al frío,
acariciando espaldas, brazos, cuerpos,
posiciones de amor,
todo el amor,
bajo un lejano jacintal de estrellas.



Poema Mírame, Por Dios, Desde Lo Oscuro… de Víctor Sandoval



Mírame, por dios, desde lo oscuro;
ahonde cada sombra
de estos árboles
tu recuerdo.
La luna,
las baldosas, los arcos de cantera;
esta misma baldosa, esta cantera,
esta lápida inmensa
que te preserva de los vientos.
Abajo
la podre te acribilla.
Pero ahora,
mírame, por Dios, desde lo oscuro
a donde han confinado
tu cuerpo hecho de códigos dolientes,
curvaturas de esquinas, periferias,
porosidades abiertas a mi lengua;
mi lengua que no pierde
el sabor de tu vientre y tus axilas.
Pero ahora, mírame,
desde el obsceno espacio en que reposas.
Sólo por un instante,
mírame, semillero de larvas,
gusanera de estrellas.



Poema Mi Tiempo, Padre… de Víctor Sandoval



Mi tiempo, padre:
Himnos de guerra y tableteo de metralletas.
Lo estoy viviendo apenas pero lo estoy viviendo.
Soy el aire del arquero y su brazo.
Te veo escribiendo tus poemas,
como éste, padre, como éste.
¿Para qué, para quiénes?
¿Para quiénes abres tu cartapacio,
tu horrenda máquina de escribir
como dentadura postiza?
A veces te leo en los periódicos
llenos de mosquitos proditorios.
Hace cincuenta largos años
que estás sobre la tierra.
Yo, padre, soy yo-padre desde que tú naciste.
El beso que pongo en tu mejilla
es el bien común,
el orden que rodea nuestra cisterna.
Por este lento avanzar del poemario,
del poema-río de tu consagración,
te despega la muerte de la vida
con paciencia de coleccionista.



Poema Me Duele El Siglo… de Víctor Sandoval



Me duele el siglo
recién muerto,
con sus ojos nostálgicos
y su mirada letal de adormidera,
la semilla en el viento,
sus restos de holanda envilecida.
Esta flor que no cabe en su inocencia,
la morbidez que a tantos obsesiona.
Solo levedad
de horas y delirio en contumancia,
de la sangre narcótica entre sueños.
Los campos rasurados
y esta flor y estas hojas
que empiezan a despertar
entre tinieblas
cuando toda la luz de lejos viene.
Esta flor y estas hojas
expulsadas del reino de las flores
y la mirada que no cesa
entre amaneceres de ceniza.



Poema La Señal En El Muro de Víctor Sandoval



Soledad de Abajo
y la brumosa mesa del café.
Puerto de la Concepción
y el viaje que no has de realizar.
Viudas de Oriente
y la pasión nostálgica.
Viudas de Poniente
te desnudo y me desnudas en sábanas de bramante.
Ojo de Agua de Crucitas
desde lejos viene la tarde.
Santa Rosalía del Polvo
un candor de piedra en la mirada.
Rancho de Pulgas Pandas
el purificador de almas tragando lumbre.
Pila de los Perros
el fontanero abriendo las fuentes de la plaza.
Amapolas del Río
una flauta enamorada.
Soledad de Arriba
Don Juan el empalado bajo un claror de hogueras.

***

Aullidos de bronce,
sábanas blancas y sábanas manchadas,
dilataciones y dolor,
mi padre tranquilo en el zaguán.
?Antes que nada, comadrona,
échame al mundo.

***

Un día finisecular
tempraneros y diáfanos,
inverecundos al sol y a su deslumbre,
salimos de nuestro refugio subterráneo
en el cerro de El Muerto.
De nuevo la ciudad
tan duramente castigada por nosotros,
silente, sin párpados contaminantes.
Hallámosla entre briznas de oro
como una bestia pura
bañándose en la luz
y el polvo del desierto.
Volvimos a lo que fue devastado.
Todo estaba limpio y reluciente,
limpias las fachadas,
los edificios
con su pátina intacta,
los poros de las piedras
rezumando edades incorruptas.
En la plaza a desnivel,
hacia el puente de San Francisco,
cerca del mercado,
se organizaba el eco
que nos reconocía por nuestras señas
escritas en paredes de matacán y adobe.

***

Al pie del obelisco
volvieron a departir el aire
nuestras rodillas nómadas
y nuestros codos nómadas.
La tarde
era un caballo sin jinete
silbando nombres a las nubes,
éstas obedecían y se marchaban.

***

Los días grávidos de agosto tienen un corazón de piedra.
Duermen.
En Fraguas, la ciudad de acantilados
y altos edificios
hay pequeños y tiernos detalles;
Aurículas de transparentes nervaduras
y palomares de cemento,
acequias y peces de agua fría.
Forja mi padre duras azucenas y besos de granito.

***

Darse prisa y retomar el rumbo;
abrir ventanas, repartir el aire
como el que dice ¡Dómine!
y luego frunce el entrecejo ante el candor del salmo.
Estremecer la ropa al sol
contra la cal del muro.
Entrar de nuevo al patio de araucarias,
los granos de maíz en el tejado,
la aguja en el pajar,
su recóndito brillo,
el velo de la gracia
y el rastro del gusano.
El cuervo ciego descifrando signos:
?Como le llamaste, así te llamarás.
En el agua del pozo
los cantos primitivos de la ciudad,
sus cúpulas y arcadas.

***

Los domingos el sol llega de pronto,
y todo Fraguas es
un resplandor de piedras y follajes.
Fraguas vuelta a encontrar, ganada para siempre;
navegan por el aire partículas de esmalte,
peces estriados, pájaros brillantes y piezas de cerámica.
Entonces las gentes van y van;
los mercados se llenan con sus gritos,
se sumergen en campos de pitayales dulces,
fuman en boquillas de cristal,
de sus cuerpos desnudos cuelgan joyas
y pequeños signos de plata.
Naturalmente
todos somos jóvenes.

***

Aparte del ciclo pluvial,
las regaderas y los sanitarios,
los ruidos más importantes de Fraguas se han ido perdiendo.
-Fan-faneto neto-fan-fan faneto-neto-fan-
¿Qué se hizo la máquina de vapor
saliendo de su cueva de bisonte?
¿Qué se hizo el rey mi padre y su tren de esmeraldas,
su cadena de oro, pechera de cobalto,
la sortija de amor entre los dedos?
No hay ojos para mí,
melancólico y calvo busco una calle antigua,
mido la distancia y no es la misma.
¿Qué se hicieron las señales que dejamos,
el aldabón de hierro y la puerta labrada?
Busco los antiguos lugares comunes:
La miscelánea verde, el nombre de una mujer,
la cicatriz del muro. Busco a la bella Adriana,
su cama de latón y el cielo raso;
busco al minotauro ganadero que le abrió las caderas.
¿Qué se hicieron los ruidos de Fraguas?
¿Qué se hizo el yunque de diamante de mi padre
y su tren de esmeraldas?

***

No quedó nada,
sólo el desierto;
Teotihuacan, Fraguas, Caldas, Asterópolis,
con sus rostros de aljibe.
Derruido el zigurat, trunca la pirámide,
el campanario en ruinas.
¡Patrias de la misericordia
apiádense de Fraguas!
Debo olvidar la crónica,
los días rutilantes,
la procesión de palmas.
Olvidar la ciudad llameante de automóviles y anuncios.
No se hable más de los altos palomares
ni los apiarios rojos en el valle.
(Entonces las uvas y su dulzor de agosto.)
Olvidar la historia,
dejar la ciudad como el perro
que rompe con sus clases de obediencia.

***

Y abres los ojos con espanto.
Vienes del sueño a la ferocidad del sol.
Abres los ojos al horror de esta mañana.
Si naciste en Fraguas, la de calles perdidas,
la de sordas campanas y esquilas subterráneas,
eres hijo de mi padre.
Dejaste, dejamos, la humedad de terciopelo.
la caverna tibia,
un ataúd de lunas tendido en las baldosas.
Estamos en cualquier lugar distante.
Las piedras a pleno sol. el farallón de Fraguas.
Olvídate del sueño y su festín de plumas,
reposante en su himen de giganta
y sus labios de arena.
Dejé ruidos de puertas, contraseñas, pasajes,
la terminal en brumas, el ómnibus cansado.
El caballo viajero se desnudó en la cuadra
en busca de su yegua.
Si naciste en Fraguas
olvídate de todo.
Fraguas es una hoja en blanco,
la memoria no existe.



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